La primera vez que estuve en la cumbre de la península de Dyrholaey,, fue hace unos años. En aquel momento la carretera no estaba asfaltada y presentaba bastante mal estado.
Pero eso forma parte del pasado, porque hoy es muy fácil llegar a Dyrholaey, gracias a una bonita carretera asfaltada que sube hasta lo alto de los acantilados. Desde ahí, podrás caminar hasta un faro pequeño y compacto y admirar la vista que abarca toda la costa sur hasta el final del horizonte.
Lo único en contra: el lugar está a menudo azotado por vientos muy fuertes que impiden, por motivos de seguridad, que te acerques demasiado a los acantilados.
Hay otro camino que desciende hasta una playa de cantos rodados. Aquí también tienes que tener cuidado porque las olas son enormes y, a veces, llegan hasta el propio acantilado.
A pesar de todo, este lugar es una visita muy agradable cuando hace buen tiempo y el arca que surge en el medio del mar es de gran bellez. Parece que en verano es posible hacer excursiones en barco, pero yo nunca lo he probado.
Dyrohaley es el arco negro de piedra que se ve desde la playa de Vik. Es una antigua isla volcánica que se convirtió en reserva natural para las aves. Así, en mayo o junio, una bandada de frailecillos va a anidar a los acantilados. Es posible que el sitio esté cerrado hasta finales de julio para evitar molestar a los pájaros, pero no he podido contrastar esa información. Las aves se marchan a principios de agosto, pero, mientras tanto, podrás observarlas fácilmente, con o sin prismáticos, en las cavidades de las rocas.
El sitio está en altura, así que, con el tiempo despejado, podrás ver unos paisajes preciosos de las playas de arena negra, del glaciar hacia el interior, de las agujas de lava y de las diversas formaciones rocosas de los alrededores.
En lo alto del promontorio hay un faro que data de 1927, ya que hay pocos puertos o hitos en la región.