Skaftafell es ese extenso escenario que hay entre Vík y Jökulsárlón. En esta parte de Islandia nunca se ha construido mucho a causa de los ríos de lava y de las inundaciones debidas a por las explosiones volcánicas. Así que sigue siendo una zona salvaje y de gran belleza. Deja el coche en la zona de aparcamiento y sal a explorar el parque natural del Vatnajökull a pie. A mí lo que más me gusta es ir a ver la cascada Svartifoss, con sus columnas de basalto. Calcula dos o tres horas (ida y vuelta).
En Skaftafell tuve también la ocasión de hacer una excursión guiada por el glaciar y fue una experiencia única y mágica. El murmullo del silencio intercalado por el crujir del hielo y los colores irreales entre el transparente y el azul turquesa son recuerdos grabados para siempre en mi memoria.
La próxima vez quiero probar a escalar, ¡seguro que es una pasada!
El parque de Skaftafell es conocido, sobre todo, por las rutas a pie, y la más famosa de todas es la que permite llegar hasta la cascada de Svartifoss. Este salto de agua es famoso por las columnas de basalto negro que lo rodean.
Yo personalmente fui a Skaftafell para descubrir las grutas en el hielo. ¡Tenía mucha curiosidad! De hecho, en Skaftafell se encuentra el glaciar Vatnajökull, y también las lenguas glaciarias que se divisan desde la carretera durante las rutas por Islandia. Al pie de estas lenguas, las cuevas ocultan de las miradas sus decorados intemporales. Se recomienda encarecidamente visitarlas con un guía.
Durante la visita, podrás admirar la gran variedad de tonalidades diferentes, dependiendo del punto desde el que observes las cuevas. El sol también revela nuevos matices en el hielo. A mí la que más me gustó fue la cueva «café con leche». ¡Pasaba agua del color del café con leche!
Una ruta de unas dos horas permite, incluso en invierno, llegar a los pies de la cascada de Svartifoss y sus órganos basálticos. Es muy fácil de hacer, incluso con niños, y los más valientes, si el tiempo lo permite, podrán prolongarla hasta lo alto para ver la cascada desde otro punto de vista, en mitad de la vegetación.
Por el camino, vale la pena desviarse unos minutos para ver las antiguas granjas abandonadas con tejado de turba. No se puede entrar, pero sí echar un vistazo al interior desde la ventana.
Desde el parking y el centro de información, hay un camino que lleva directamente a los pies del glaciar en algo menos de media hora. Esta ruta también puede alargarse hasta un día entero para ir a las regiones menos frecuentadas del parque.