São Luís do Maranhão es la única ciudad brasileña de origen francés, su fundación data de 1612. De hecho, debe su nombre a rey Luis XIII de Francia. Al poco tiempo de su fundación fue conquistada por los holandeses y más adelante por los portugueses. La ciudad cuenta con un rico patrimonio, destaca sobre todo la obra portuguesa, con los bonitos azulejos que recubren las fachadas de los palacios del centro. Debes visitar rua do Giz, rua das Estrelas y rua do Portugal, así como el Mercado das Tulhas para descubrir la excelente artesanía local. Desde la terraza del Palacio de los Leones se puede disfrutar de unas excelentes vistas de la bahía. También me pareció muy interesante la Casa do Maranhão, con una muestra que pone en valor el Bumba-meu-Boi, la célebre fiesta tradicional que da fama a la ciudad.
Yo asocio São Luís do Maranhão con la música, con el reggae, omnipresente en la ciudad, pero también con el sabor dulce de la soda local, llamada Guaraná Jesus, y de las frutas exóticas como el cupuaçu (o copoazú) y el bacuri, que se puede tomar en forma de zumo o de helado.
Lamentablemente, hay una gran inseguridad en la ciudad, en ningún momento me sentí cómodo en São Luís, ni en el centro histórico ni en las playas, donde pude presenciar un atraco a mano armada a plena luz del día. Por lo que agradecí mucho la visita a los Lençois Maranhenses, donde pude disfrutar de una gran tranquilidad.
Yo disfruté mucho especialmente paseando por el casco viejo de San Luís para admirar la arquitectura colonial; con sus fachadas azulejadas, me recordaban enormemente a Lisboa. Me encantó perderme subiendo y bajando por sus calles adoquinadas, y rodeadas de paredes coloridas. Me sorprendió encontrarme con tan poca gente durante el día; es una zona muy tranquila, ya que la mayoría de la actividad económica se encuentra al otro extremo de la ciudad, en el moderno San Luís.
Después de un día de tranquilidad, cuando llega la tarde todo se anima más, y especialmente en fin de semana. Me encantó de verdad esta transición, cuando al caer el atardecer, se puede empezar a oír desde el balcón del hotel oír a los grupos musicales por los bares. La iluminación es perfecta, y añade algo más de romanticismo al lugar.