Durante mi viaje por Estados Unidos, no me llamaba especialmente la atención visitar el Parque Nacional Mesa Verde, que, además, es poco conocido.
¡Qué error habría sido no ir! De entrada, el entorno es, sencillamente, increíble; parecía casi irreal. Gracias a la buena conservación de las ruinas y la pasión que desprenden los rangers (que hacen las veces de guías), la visita es interesante y divertida. No me aburrí para nada.
Por último, el emplazamiento de los pueblos obliga al visitante a pasar por varias escalas, túneles y hacer un poco de escalada (con total seguridad), lo cual le da aún más gracia a la visita de Mesa Verde, tan especial como inolvidable.
Visitar la ciudad bajo el acantilado de Cliff House es precioso. Son los restos de un pueblo troglodita de la etnia amerindia de los anasazi. Sin duda, lo más sorprendente es el tamaño del edificio, y el hecho de poder caminar por él, y no solo mirarlo desde lejos, lo cual es bastante poco habitual.
De todas formas, hay que estar en forma para poder bajar la pendiente pronunciada de los acantilados hasta el emplazamiento, aunque el terreno esté bastante bien señalizado. Además de admirar las habilidades de construcción de los primeros habitantes, también hay que tener en cuenta a los obreros, a menudo inmigrantes, que dejaron a sus familias para llevar a cabo las obras de accesibilidad durante los años 30 y 40 y que hicieron posible visitarlo desde entonces, tal y como te explicará el guía, aparte de la historia de los parques nacionales creados por Theodore Roosevelt