Me gustó más Kings Canyon que el Parque Nacional de las Secuoyas porque los paisajes me parecieron más variados. Cerca de la entrada al parque, Grant Grove está lleno de secuoyas gigantes que quitan el hipo. Si sigues por la carretera 180, se suceden unos miradores impresionantes hasta el puerto, donde la luz del día colorea las montañas con unos tonos que van desde el amarillo hasta el violeta al atardecer. Al bajar al cañón, las orillas del río son un lugar ideal para hacer picnic, y un poco más allá podrás visitar la cueva de Boyden Cave.
También me gustaron mucho los paisajes de la región que se atraviesan según se llega desde el oeste para entrar al parque. A medida que te vas acercando, el paisaje se va volviendo cada vez más marciano, con sus colinas rojas y amarillas. Pasé la noche al raso a unos diez minutos del parque, en una de esas colinas llenas de serpientes de cascabel, coyotes y corzos. Nunca había visto un cielo tan estrellado en Estados Unidos. Recomiendo esa experiencia a los aventureros que quieran alejarse de los típicos recorridos turísticos y sentirse solos en el mundo.
Cerca de la costa oeste de Estados Unidos, al norte de California, la zona de las secuoyas gigantes nos recuerda que el hombre tiene poco que hacer ante la grandiosidad de la naturaleza. Atravesando los bosques en coche, me alegré de no ir conduciendo yo. Así pude tirarme todo el camino mirando hacia arriba para intentar ver la cima de los árboles. ¡Saca tu cámara con gran angular!
Los especímenes de mayor tamaño se pueden ver fácilmente en el Parque Nacional de las Secuoyas y Kings Canyon. Podrás acercarte mucho. Sobre todo, me hice a la idea del enorme tamaño de estos árboles cuando pasé por el «Tunnel Log», un túnel formado por un solo tronco, que se cruza en coche. Estos árboles de más de 2.000 años se desarraigan debido a su tamaño. Podrás ver muchos de ellos extendidos por el camino.