Como buena francesa, tenía mis dudas sobre la calidad de los vinos producidos en Estados Unidos, pero después de algunas visitas a los viñedos y de haber probado algunos caldos, reconozco mi error, aunque siga ganando Francia. Allí, más que la calidad, el problema son los precios. Los buenos vinos son prácticamente inasequibles.
Me gustó mucho visitar el viñedo de la familia Benziger por su originalidad: la producción era biológica y biodinámica, es decir, se concebía como un organismo agrícola donde la intervención humana debía ser muy limitada y respetuosa con los seres vivos y con el suelo.
Aunque no te atraigan en especial los vinos estadounidenses, la región del valle de Napa es muy bonita y solo recorrerla en coche es un placer de por sí.
El Valle de Napa es, sin duda, de obligada visita en Estados Unidos para todos los aficionados al vino, que deberían pasarse por allí para ver el ambiente tan particular del lugar. De las magníficas laderas de las colinas plantadas con viñas hasta donde alcanza la vista salen los mejores vinos de Estados Unidos. Una botella puede costar varios cientos de dólares. Las montañas en el horizonte y la arquitectura tradicional hacen que sea aún más bucólico.
La región del Valle de Napa tiene mucho encanto, pero, al ser francés, tampoco me entusiasmó demasiado, porque estoy acostumbrado a regiones vitícolas como Borgoña, Burdeos o el Valle del Loira, con pueblos mucho más bonitos. Además, los precios de las botellas de vino están muy por encima de lo habitual en Francia.
Para resumir, en general no me acabó de convencer, aunque es muy agradable recorrer las pequeñas carreteras de la región y pararse en varios viñedos para probar su producción.