Detroit es una de las ciudades de Estados Unidos que hay que visitar durante un viaje para ser consciente de los daños causados por el neoliberalismo y el ideal norteamericano de intervención mínima del gobierno. La ciudad ya no es tan peligrosa como en la década de 1990, pero hay que ir con cuidado, porque yo oí disparos de tanto en tanto.
El edificio más emblemático del declive es la Packard Plant, una fábrica de coches abandonada. Es una inmensa ruina que parece salida de una película de ciencia ficción. No te aconsejo que entres, incluso la policía se niega a pisarla. Si prefieres la naturaleza, tienes que ir a darte una vuelta por Belle Isle, que, sin duda, es el único remanso de paz de la ciudad.
Mis visitas culturales preferidas fueron el Detroit Institute of Art, con las pinturas murales de Diego Rivera, que vaticinaban los riesgos de la industrialización a ultranza, y el Heidelberg Project. Se trata de una instalación artística hecha de materiales recuperados de las casas abandonadas de la calle Heidelberg. Me sorprendió la belleza que puede surgir de los objetos más sencillos y de las situaciones más desesperadas. Espero que la ciudad renazca de sus cenizas, tal y como reza su lema.
No estaba muy seguro de visitar Detroit por la mala reputación de la ciudad. Y es verdad, es mejor evitar pasear de noche por ciertas zonas, especialmente las más solitarias. Pero la ciudad vale la pena por su arquitectura y sus museos.
Pasea por la orilla del río y admira el "skyline" de Detroit. La ciudad, conocida por su producción automovilística, alberga las oficinas centrales de las mayores compañías fabricantes de automóviles de los Estados Unidos. Algunos edificios abandonados son el objetivo perfecto de fotógrafos en busca de inspiración.
Si te gustan los museos, te gustará el Detroit Institut of Art, con una de las mejores colecciones de los Estados Unidos. Justifica totalmente un viaje a los Estados Unidos.