Después de salir de Fairbanks y pasar por una autopista casi desierta, en la que solo hay árboles, te dará un poco la impresión de que Valdez se encuentra en los confines de la tierra. Aquí se viene a ver los glaciares, esos monstruos de hielo que confluyen directamente en el océano. Y el espectáculo está siempre presente: cuando estás en el barco, te sientes minúsculo en comparación con esos muros de hielo que podrían desmoronarse en un instante provocando un estruendo arrollador.
Ya de vuelta en el centro de Valdez, el Maxine & Jesse Whitney Museum me dio la oportunidad de ver un gran número de especies disecadas y artesanía inuit. El otro gran descubrimiento fue la visita a un criadero de salmones en el que puedes ver como miles de salmones remontan el río para meterse en la boca del lobo sin saber lo que el futuro les depara.
Pero, en el fondo, la mejor y más placentera actividad es sin duda pasearse por el medio de la nada y disfrutar de las vistas a las montañas.