Ve por la mañana porque por la tarde te arriesgas a encontrarte en un atasco de visitantes japoneses y extranjeros.
Comienza el paseo por el parque Yoyogi en el que encontrarás el centenario templo sintoísta Meiji.
Tuve la ocasión de visitar Harajuku en varias ocasiones durante mis dos estancias en Tokio. Eso me permitió entender la organización del barrio y encontrar pequeños bares y restaurantes lejos de la muchedumbre, que proponen cartas con precios razonables.
Efectivamente hay una parte muy joven y excéntrica que se concentra en la calle Takeshita, pero alejándote algunos metros llegarás a la avenida Omotesandō, en el barrio de Shibuya, uno de los rincones más exclusivos de la ciudad donde el arte y el diseño coinciden en la creación de escaparates de lujo que atraen a una clientela muy diferente de la de Harajuku.
Si te interesa la moda, echa un vistazo a la galería "La Forêt" donde encontrarás tiendas de diseñador que proponen todo lo que ves desfilar en las pasarelas de la fashion week parisina. Harajuku es un lugar con un sitio para cada tipo de viajero, ya estés interesado o no por el comercio de la imagen, te lugar te sorprenderá pues sólo lo encontrarás en Japón y sobre todo en la calles de Tokio, no puedes ignorarlo durante tu viaje a Japón.
De Harajuku, conocemos sobre todo Takeshita Dori y sus variopintas tiendas. Aunque me gustó recorrer sus pasillos atiborrados de camisetas de Lady gaga y bolsos con formas imposibles, sobre todo me sedujo la otra cara del barrio, a veces mal conocido.
Recomiendo seguir la visita hasta Harajuku Street y Cat Street. Allí, como por arte de magia, la multitud parece desaparecer y se disfruta del encanto discreto de estas tranquilas y acogedoras calles. También se pueden encontrar tesoros en un tienda de ropa usada vintage o en un tienda de moda hawaiana, pero el flechazo fue mi visita de Design Festa, un lugar atípico que cuenta con talleres de artistas, un bar y salas de exposiciones.
Para un último cambio de ambiente, te sugiero comprar una de la crepes mejoradas cuyo secreto esconden los japoneses en el el parque Yoyogi, frente a Takeshita dora, para un calmante baño de verde.