Dediqué un día a visitar en coche los castillos del desierto, y fue mágico. Durante el trayecto en sí pude contemplar durante kilómetros unas extensiones áridas sin población alguna. Me sentí como en otro mundo.
Las visitas eran bastante distintas las unas de las otras. Mi preferido, sin duda, es el castillo de Amra, que me dejó fascinada. Perdido en mitad de la nada, su decoración interior con frescos es impresionante y magnífica. Una parte del sitio estaba restaurándose en aquel momento, así que pude observar el minucioso trabajo de los artistas. También me gustó el esfuerzo informativo.
Aunque algunos de los emplazamientos eran menos interesantes por estar peor documentados, me gustó pasearme tranquilamente por las ruinas, impregnándome del ambiente, y descubrir este patrimonio único durante mi viaje por Jordania.
Además, no me crucé con ningún turista en todo el día, lo cual hizo la experiencia aún más intensa.