Las excursiones a Bonampak y Yaxchilán se convirtieron en los mejores recuerdos que guardo de mi estancia en México.
Se puede acceder al lugar tras un trayecto en barco que dura bastante pero es emocionante a la vez, en una de las orillas está la exhuberante selva, y en la otra Guatemala. Las embarcaciones no son muy grandes, y más bien parecen piraguas a motor, lo que le da un aire más aventurero. A medida que se avanza se puede ir viendo algo más de este complejo arqueológico. Es cierto que Yaxchilán es menos impresionante que otros templos, pero el ambiente tan particular que desprende me sedujo por completo. El aspecto de estas ruinas en mitad de la nada, con los árboles invadiendo el espacio y que van brotando entre los peldaños, nos llega a transportar a otros tiempos.
Me sentí totalmente aislada del mundo, tratando de comprender la estructura y de reconocer las diferentes deidades talladas en la roca. Todo aquello desprendía aires de descubrimiento arqueológico.-.. ¡muy adictivo! Además, la situación geográfica del templo permite observar a los monos saltando de rama en rama.