Durante mi viaje por Mongolia tuve un montón de problemas para moverme por el país porque allí casi no hay medios de transporte. El Gorkhi Terelj es una excepción. No necesitas todoterreno; desde Ulán Bator salen autocares con regularidad.
Dormía en mi tienda de campaña, en mitad de un paisaje frondoso que me recordaba a la naturaleza exuberante de los Alpes. Había muchos árboles alrededor, decorados con telas de distintos colores. También había ovoos diseminados por allí, un signo de que los espíritus nunca andan lejos. En seguida adapté mi ritmo de vida al de las vacas, que cada mañana hacían su ronda cotidiana bien tempranito para pastar cerca de la tienda. Es mejor poner algo pequeño y discreto y, a ser posible, una tienda de color verde para que se camufle bien y no ponga nerviosos a los toros. ¡Piensa que estás rodeado/a de animales en libertad!
Aunque al parque va muchísima gente de la capital, siempre encontrarás un rincón donde sentirte solo/a en el mundo. Es uno de los aspectos mágicos de Mongolia. Al principio te sorprenden lo que para ti son escenas inusuales, como los esqueletos de animales que ves por el suelo. Pero pronto te das cuenta de que allí no es, ni mucho menos, un elemento extraño.
Luego te perderás por las montañas para hacer rutas. Te toparás con rocas de granito imponentes y te quedarás con ojos como platos, sobre todo, con "Roca Tortuga". Por cierto, la tortuga es el animal sagrado de los mongoles.