El campo de concentración de Auschwitz es tristemente famoso por todas las atrocidades que se cometieron allí entre los años 1940 y 1944, un poco antes del final de la Segunda Guerra Mundial. Este campo era el lugar de exterminio más importante entre todas las instalaciones nazis. Se calcula que uno de cada seis judíos que fueron víctimas del holocausto murió en Auschwitz.
Aunque han pasado ya varios años desde aquel viaje a Polonia, una imagen se me quedó grabada y aparece cada vez que me acuerdo de Auschwitz. Son las toneladas de pelo humano que puedes ver en el museo a través de un cristal. Los nazis rapaban a todos los recién llegados y usaban el pelo para fabricar tejidos. No sé por qué, pero se me quedó grabado en la memoria. En cualquier caso, cada sala recopila su propia serie de detalles sórdidos. Ir a Auschwitz supone una visita mentalmente agotadora. Es lo único que puedo decirte.
Es justo a la salida de Auschwitz donde se encuentra el museo del antiguo campo. También hay un parking, y allí se pueden comprar los billetes para las visitas guiadas o las audioguías para los dos campos. Si no, las visitas libres son gratuitas.
Nuestro guía era un gran apasionado del tema y gracias a él comprendí muy bien todas las atrocidades que tuvieron lugar allí. Cuando cruzamos la tristemente famosa puerta, sentí un ambiente muy enrarecido. Es como si el tiempo se detuviera allí. Los edificios son de piedra, rodeados por terroríficas alambradas y cada uno de ellos tenía su especialidad (experimentos médicos, cárcel, barracas...). Lo que más me impresionó de esta visita fueron la montaña de cabellos y la montaña de zapatos.
Totalmente imprescidible durante un viaje a Polonia por el deber de recordar.
En cuanto llegué a Auschwitz me dieron escalofríos. El cartel de «Arbeit macht frei» (el trabajo os hará libres), sigue presidiendo la puerta de entrada, que nos lleva a un campo meticulosamente organizado, cuyo único objetivo es la muerte de sus «huéspedes». A lo largo de varias salas, la visita te dirigirá ante unas vitrinas que muestran las maletas de los deportados, sus cabellos después de haberles rapado y con los cuales hacían cojines, y otros materiales, como cajas vacías de Zyklon B, el gas utilizado para exterminar a los judíos, gitanos y otros detenidos.
A pocos kilómetros, el campo Auschwitz II o Birkenau, mucho más consecuente, muestra una gran extensión de barracas casi intactas, donde se alojaban los detenidos en condiciones terribles. Cuando hace bueno, el lugar es casi bonito, lo cual hace que la experiencia resulte aún más absurda. Una experiencia muy impactante, que puede perturbar a los más sensibles. Tómate el tiempo de visitar estos campos durante tu viaje por Polonia.