Llegué a Ha Giang en plena noche, porque había tomado el autobús nocturno en Hanói. Nos dejaron el la estación de autobuses. Te aconsejo que reserves de antemano en un albergue "Nha Nghi" o, si no, la situación podrá parecerte algo turbia.
Ha Giang es una ciudad que, personalmente, me pareció que no tenía ningún encanto, con sus edificios grises y sus calles sucias. Sin embargo, el punto fuerte de Ha Giang es el recibimiento. Cuando nos levantamos, tuvimos que hablar con la gente para organizar el resto de nuestro periplo. Los habitantes fueron muy amables, nos llevaron rápidamente a casa de un amigo o un vecino para alquilar una moto para nuestro viaje al norte.
En Ha Giang, encontrarás todo lo que quieras si te apetece ir de compras, y, sobre todo, recuerdo que había también muchos pequeños centros de masajes. Nos paramos en el de una señora vietnamita para que nos dieran un masaje de cráneo. Fue un momento estupendo después del agotador viaje que acabábamos de hacer.
Hace tiempo, me describieron Ha Giang como el más bonito patchwork de paisajes que podría encontrar. Por eso esta vez quise dedicarle mi viaje a Vietnam solo a esta parte del país. Hice una ruta de senderismo de una semana por esta provincia montañosa y, en efecto, descubrí un decorado de lo más espectácular, formado por arrozales en terrazas y minúsculos pueblos aislados.
Pasando por los principales destinos, que son el cuello de Ma Pi Lèng, la meseta de Dong Van o incluso el pueblo de Pho Bang, me encontré con gentes muy diversas, pero todas igual de amables. De hecho, hoy en día muchos viajeros recorren estas tierras en gran parte porque HaGiang es la cuna de numerosas etnias minoriarias. Cubiertos con vestimentas de llamativos colores y conservando su modo de vida ancestral, estas poblaciones pertenecen a los grupos de los Hmongs, Daos, Tays o incluso Nungs y Lo lo. En definitiva, nunca me olvidaré de este paisaje.