Pisa, antiguamente una de las ciudades más importantes de Italia, se ve reducida hoy, desgraciadamente, a su célebre torre, a la cual se dirigen millones de visitantes al año para posar junto a esta singularidad arquitectónica. Este hecho ha conllevado, inevitablemente, los inconvenientes de la industria turística: numerosos puestos de recuerdos "kitsch", restaurantes cuyos precios están inflados artificialmente, y ofrecimientos insistentes por doquier.
Es una pena, porque la ciudad de Pisa es mucho más que su torre inclinada y merecería ser visitada bajo otro punto de vista. Por desgracia, es casi imposible escapar de las hordas de turistas. Por tanto, si viajas a Italia, estate prevenido: Pisa merece ser visitada, pero quizá en temporada baja, cuando podrás gozar de algo más de tranquilidad.
Te aconsejo visitar la piazza dei Miracoli en Piza: me deslumbró su concentración de edificios románicos de mármol blanco, la torre inclinada es un ejemplo. No olvides llevar buen calzado si deseas visitar la torre; tuve que subir un centenar de escalones.
La torre inclinada es, en realidad, el campanario del Duomo y del Baptisterio de Pisa. Te recomiendo visitar el Duomo (catedral) del siglo XIII. Su fachada me pareció encantadora: su construcción en 4 niveles exhibe majestuosas columnatas y tres dobles puertas de bronce que conforman la entrada principal.
A algunos metros del Duomo, el museo dell'Opera del Domo alberga maravillas que te aconsejo admirar. Antiguamente estas obras estaban expuestas en la catedral. Aprecié mucho la escultura de marfil de la Virgen y el Niño de Giovanno Pisano. Una vez terminada mi visita cultural, me gustó pasear a orillas del Arno, el corazón de Pisa.