La tierra del Cáucaso ha sido idealizada por la imagen que tenemos de la ruta de la Seda, Kirguistán es uno de esos países de Asia central que se van abriendo poco a poco al turismo europeo. Esta antigua república socialista ofrece a los viajeros paisajes vírgenes, llenos de belleza, así como una cultura peculiar, una sutil mezcla de influencias otomanas y soviéticas, con la presencia dominante del chamanismo original. Pero, ¿qué hay que ver a lo largo de este territorio que se extiende por casi 200 000 km? La comunidad de Evaneos te va a ayudar a verlo más claro seleccionando algunos lugares imprescindibles.
De norte a sur y de este a oeste, Kirguistán es muy diferente. Al llegar a Bishkek, capital dinámica del país, podrás disfrutar de la vida activa de la ciudad y de su abundante patrimonio, comenzando por la plaza Ala-Too Square y su Manas de piedra en el centro de la ciudad. A los aficionados a la historia les gustará el museo de Historia de la ciudad, que traza el período soviético del país. Unos kilómetros al suroeste te puedes internar en la naturaleza haciendo algunas excursiones por el Parque Nacional de Ala-Archa, entre montañas y verdes praderas.
El este de Kirguistán es sobre todo conocido por el lago Issyk-Kul, que no se congela nunca, y está rodeado por pequeñas ciudades con carácter que atraen a turistas kirguís y rusos durante todo el año. También hay muchos lugares que harán las delicias de los curiosos, en especial las formaciones de roca rojiza de Djety Oguz, o el pueblo de Tamga y su gran cementerio católico y musulmán elevado.
En dirección sur hacia la hermosa Tash-Rabat y Jalal-Abad, a unos kilómetros de la frontera con Uzbekistán, se pueden organizar recorridos de varios días con un guía por las montañas que rodean el lago Son-Kol, con sus apacibles llanuras con relieves marcados por las sombras de las vacas, caballos y algunas yurtas dispersas. Toda una invitación a viajar.