Monte Albán, que culmina a 2000 metros de altitud, fue fundado por los zapotecas en el periodo pre-hispánico. Testigo histórico de la fuerza de ese pueblo, me sorprendió su buen estado de conservación, pero, sobre todo, la organización física del lugar, algo rectilíneo en su base y después subiendo por la ladera de la colina. La esplanada central es impresionante. Si subes a alguno de los templos podrás verla mejor. Visitando las ruinas, me entretuve mirando los «danzantes», unos magníficos gravados sobre piedra, testimonios de esta cultura extinta.
Por último, el museo del lugar, que mantiene la arquitectura original con un estilo depurado, te permitirá comprender la historia del emplazamiento y la organización de la sociedad mediante la exposición de varios utensilios de la época.
Como fui en temporada baja, el emplazamiento estaba casi vacío, por lo que pude impregnarme mejor de las huellas de la civilización pasada. Las ruinas dominan el valle de Oaxaca y ofrecen unas vistas espectaculares. Sentada frente al infinito, pude apreciar la calma y la tranquilidad que reinaba allí. ¡De visita obligada durante un viaje a México !