Yo recorrí esta ruta durante mi primer viaje por Sudáfrica. Iba en caravana, así que podía ir parándome en los numerosos campings de las carreteras sudafricanas: el compromiso perfecto para disfrutar de esta ruta excepcional.
Tuve ocasión de admirar, a lo largo de esta ruta panorámica, paisajes realmente fuera de lo común. Primero, las cascadas que caían sobre las rocas grises, rojas y ocres, haciendo un ruido ensordecedor. Después, paisajes campestres con una hierba tan verde que parecía un pastel de té matcha. Por último, las gargantas de tonos rojos anaranjados y las planicies con bonitas flores de jacaranda.
Durante este trayecto, me di cuenta de los fuertes contrastes que sigue habiendo en Sudáfrica entre Johannesburgo, que además acababa de beneficiarse de las renovaciones por el Mundial de fútbol, los township y los pueblos rurales desperdigados por las colinas. También llaman la atención los distintos climas: a grandes altitudes el tiempo es frío y, al final de la ruta panorámica, descendiendo hacia el parque Kruger, las temperaturas, junto con la vegetación, se vuelven tropicales, y nunca mejor dicho.