El Bósforo es todo un mito en el espíritu de cualquier viajero. Hay que navegar por sus aguas en algún punto de un viaje a Turquía. Ambos continentes están a un tiro de piedra y se puede cruzar del europeo al asiático en un momento, pero mi consejo es que hagas el crucero del día entero.
Con sus treinta kilómetros, el Bósforo conecta el Mármara con el mar Negro. De una orilla a la otra, del lado occidental al oriental, el crucero es la oportunidad perfecta para descubrir tesoros ocultos. El palacio de Dolmabahçe, la mezquita de Ortoköy, mansiones impresionantes, barrios residenciales, pueblecillos preciosos… El espectáculo a ras del agua no termina. Cuando llegas a la desembocadura del mar Negro, hay que hacer una parada en el pueblo de Anadolu Kavagi y subir hasta la fortaleza, de la época bizantina, construida para Murad IV. La panorámica que hay desde allí del Bósforo y del mar Negro es todo un lujo. A la vuelta se va poniendo el sol y la luz sobre los monumentos de Estambul es sencillamente mágica. Personalmente, nunca olvidaré el día que pasé en el Bósforo.
Esta singular vía fluvial corta Estambul en dos. El Bósforo es todo un símbolo. Representa la frontera geográfica entre Asia y Europa, entre Oriente y Occidente. A lo largo de los siglos ha estado muy presente en el arte y la literatura. Tiene unos cuarenta kilómetros de largo y varía entre los seiscientos y los tres mil metros de ancho. Está en el centro mismo de Estambul. La ciudad se extiende desde los dos márgenes del estrecho. Para cruzar, hay dos puentes y muchos ferrys, barquitas y otras embarcaciones.
Te animo a coger uno de estos barcos para atravesar el Bósforo o para navegarlo. Te harás una idea del tamaño que tiene y de la importancia histórica y comercial del estrecho. Para mí, es una de las mejores formas de entender realmente por qué es tan mítico y por qué no te lo puedes perder si vas a Turquía.
Yo descubrí el Bósforo en un viaje Turquía, durante un invierno en Estambul. Cuando llegué al aeropuerto de Sabiha Gokcen, me subí a un ferry para visitar el centro. La ciudad me dio una primera impresión maravillosa, con las impresionantes vistas de las mezquitas y, sobre todo, el encuentro inesperado con los delfiles.
Al día siguiente volví para hacer un pequeño crucero. Los minaretes, la torre de Gálata, los palacios y los puentes van desfilando, junto al vaivén de los barcos y la agitación de las gaviotas. Además, recorrer el Bósforo te permitirá distinguir mejor Asia y Europa.
El Bósforo también tiene unos puertos muy animados por la noche, el lugar ideal para probar la comida callejera de Estambul. Podrás encontrar Balik Ekmek, unos deliciosos bocadillos de pescado a la plancha.