Cu Chi es, hoy en día, el símbolo de un tipo concreto de turismo en Vietnam. Muchas personas visitan el país por su pasado turbulento. En todo caso, Cu Chi es de obligada visita, aunque sea solo para intentar comprenderlo.
Estas galerías subterráneas fueron cavadas en los años 40 formando una especie de hormiguero. En esta red de 200 kilómetros los vietcong se escondían, se comunicaban y luchaban. Para sentirlo, hay que descender bajo tierra tres metros más. La sensación es de opresión. Iba avanzando en cuclillas, con mi linterna como única iluminación. El ambiente es increíble. Según se avanza, se entrecorta la respiración, el corazón late más deprisa y los músculos se atenazan. De pronto, empezó a invadirme el miedo a perderme en este laberinto y me pegué a la persona de delante. Avancé como una hora por este túnel acondicionado para la visita. Salí dolorida y sintiendo un gran alivio.
Por el contrario, no aconsejo la actividad de la caseta de tiro, donde por un dólar puedes disparar con un M-16 o un AK-47. Hacerlo nos parecía que rozaba el mal gusto.
Descubrir una parte de la historia de Vietnam visitando Cu Chi, la zona más bombardeada y devastada, te hará darte cuenta de la magnitud de la guerra entre Vietnam y Estados Unidos. Hay 250 kilómetros de túneles que van desde Cu Chi hasta la frontera con Camboya. Al principio servían para el desplazamiento de soldados y armas y, después, sirvieron como lugar de vivienda y, sobre todo, como protección contra los ataques estadounidenses.
La explicación de las trampas creadas por los vietnamitas son un reflejo de su ingenio y, al mismo tiempo, de la atrocidad de esta guerra. Es fundamental ir con guía para conocer todos los detalles y comprender hasta qué punto los vietnamitas supieron defenderse con los pocos medios de los que disponían.
Lo más duro de la visita fue imaginarse a la gente viviendo en los túneles en esas condiciones lamentables y recorrer las galerías. Es una auténtica ciudad subterránea con habitaciones, cocinas, hospitales y salas de reuniones. Aunque parezca impensable, es muy real. Cuanto más nos adentrábamos en las galerías, mayor era la tensión, con ese ambiente tan peculiar.