Durante nuestro viaje a Canadá, pasamos 5 horas en el zoo salvaje de Saint-Félicien.
Aunque no soy una gran aficionada a los zoos, este se distingue sobre todo por tener una reserva con muchas especies de animales norteamericanos. Allí no son los animales los que están enjaulados, sino las personas, porque recorrimos la reserva en un trenecito con rejas. Durante el recorrido, vimos desfilar ante nuestros ojos los distintos entornos naturales de Canadá: la tundra, el bosque boreal (taiga), los bosques de bosques de latifoliadas y coníferas y las vastas praderas.
Después recorrimos el zoo a pie a través de los diversos sectores indicados, pasando del Ártico a Asia, y del bosque mixto a Mongolia, para descubrir la fauna y la flora típicas de cada lugar. También vimos ejemplares de algunos animales como macacos japoneses, tigres, linces, grizzlys, osos blancos, todo ello escuchando las explicaciones de un guía experto en la fauna.
El zoo salvaje de Saint-Félicien sin duda es la principal atracción de la región, pero por desgracia no pude ir, así que no sabría decirte. Personalmente, me gustó mucho visitar la quesería Ferme des Chutes, la panadería del pueblo y la cervecería artesanal La Chouape. Gracias a mi buena amiga Geneviève, que me enseñó apasionadamente su querida ciudad, puede ver estos lugares, cada cual más encantador.
Si hubiera tenido más tiempo para descubrir la zona, me habría gustado recorrer la ciudad y sus alrededores por el carril-bici Véloroute des Bleuets. Además, si vas a Saint-Félicien a principios de agosto, podrás asistir al evento deportivo más importante de la región, y único en Canadá, las regatas por el lago Saint-Jean, que no me pienso perder en mi próxima visita.