Viniendo de Quebec como vengo, conozco los llamados "arados" con los que se despeja la nieve de las carreteras en invierno. Por primera vez en mi vida vi el mismo vehículo siendo utilizado para limpiar caminos. Y es que en algunas partes de la ciudad, las dunas se mueven con el viento, y vista su magnitud, la única manera de mantener los caminos practicables es el uso de estas máquinas.
Fue también en Dakhla donde vi un desfile de camellos cruzando la carretera. Descubriendo Marruecos en coche, tuvimos la oportunidad de pararnos a hablar con los dueños de los rebaños.
Un Marruecos totalmente distinto me esperaba en el extremo sur del país. Las diferencias culturales son tales que algunos habitantes del Sahara Occidental no quieren que se los asocie con Marruecos. Existe un fuerte nacionalismo, pero estos temas se deben hablar en secreto, bajo pena de prisión. Tuvimos la oportunidad de hablar sobre el nacionalismo del Sahara occidental con un joven activista local. ¡Hablamos en inglés durante toda la conversación para no correr el riesgo de que la policía nos escuchara!
Llegando de Agadir a más de 1 000 kilómetros en coche, imaginaba que vería una localidad aislada, una especie de ciudad en los confines del mundo, a las puertas del desierto. Pero no fue así. Dakhla es dinámica: sus inmuebles residenciales crecen como champiñones, las carreteras estás asfaltadas y su puerto pesquero es famoso en Marruecos.
La ciudad atrae cada vez a más gente, incluso sólo un día: conocí a turistas que venían de las Islas Canarias a pasar unas horas en Dakhla en busca de exotismo. Pero, a pesar de esta afluencia, la ciudad no ha perdido su encanto con sus calles blancas salpicadas de arcadas.
Pero la joya de Dakhla, es la laguna del Río de Oro. El paraíso de las aves migratorias. Su agua es espléndida, de color turquesa y sus fondos marinos son de gran belleza. Se cuenta que las ballenas y los leones marinos frecuentaban también este sitio.