Este parque nacional resulta impresionante en primer lugar por su tamaño, pero también por su aspecto salvaje y además intacto, y por su inmensidad de sus montañas. Cuenta con 3 picos de más de 3500 metros de altura, así como numerosos senderos de excursión. Hay una oferta hotelera bien organizada en el lado que mira a Sudáfrica, con una base situada al pie de la montaña desde donde se organizan varias excursiones al día. El encanto de la montaña te dejará huella. Sin embargo, me gustó más el lado de Lesoto.
Pasé por Lesoto a través del desfiladero de Sani Pass, único acceso existente por el lado sur, donde la montaña es más alta. El paisaje allí es espectacular: te recomiendo que pases una noche en el albergue situado en lo más alto. Allí verás cómo viven los pastores de Lesoto, con sus capas, caballos y ovejas. Este lugar resulta perfecto para hacer excursiones. La manera más simple para acceder al parque es a través de Lesoto, al norte: aquí el turismo justo está bien desarrollado, y los pueblos que acogen a los turistas se encuentran ya a una buena altitud.
Me encantó este parque nacional tanto por los paisajes espectaculares que ofrece (y las pinturas rupestres San intactas que descubrí en compañía de mi guía) como por la vida tradicional de sus habitantes, a veces muy dura en invierno. Por otro lado, son también grandes músicos a los que les encanta tocar en medio del eco de las montañas: ¡no te sorprendas si en medio de una excursión comienzas a oír cantos tradicionales!