Goris parece como perdida en mitad de las montañas. Yo aparecí en esta pequeña ciudad de unos 20.000 habitantes como por arte de magia, tras varias horas conduciendo por la región montañosa y poco poblada de la provincia de Syunik, en el sur del país. La ciudad me pareció muy agradable, con un centro precioso, casas antiguas de piedra y un montón de sitios alrededor.
En resumen, recomendaría encarecidamente Goris como una ciudad de paso hacia el sur de Armenia o hacia Irán, o incluso como campamento base para recorrer la región, descubrir los magníficos y salvajes montes de Syunik, los monasterios de la zona o los parques naturales de alrededor. Por último, no puedes pasar por Goris sin probar sus increíbles licores locales, los «Oghi», destilados con frutas de la región.
En la frontera con Haut Karabagh, Goris es un pueblecito que situado en las alturas recubiertas de un ligero manto vegetal. No me sentí demasiado entusiasmado con este pequeño pueblecito, pero pude encontrar lo que me hacía falta para reponer provisiones y equiparme para el frío invernal.
Durante mi viaje por Armenia, decidí explorar los alrededores. A una media hora de Goris, pude descubrir el monasterio de Tatev, que no me decepcionó con su magnífico edificio que daba al acantilado. Me encantó descubrir las habitaciones del monasterio intactas, mientras me imaginaba la vida de los monjes. Sentí debilidad por los pasadizos secretos que conducen a la ladera de la montaña. Me conmovieron por los paisajes que componían el panorama de la región, en especial el puente del Diablo, una garganta tan sombría que el sol nunca la alcanza.
Goris se presenta como una ciudad llena de encanto en muchas de las guías turísticas. Esperaba encontrar un lugar excepcional. Tengo que admitir que cuando llegué allí me sentí un poco decepcionado. Hay algunas casas de piedra, pero la ciudad no invita demasiado a pasearse (sin aceras y con vehículos circulando bastante rápido), y el estilo urbano soviético ha dejado su marca.
Tras esta primera impresión, me doy cuenta de la gran oportunidad de estar en una ciudad perdida en lo más profundo de Armenia. Estar en Goris es introducirse en una Armenia auténtica, que oscila entre el esplendor pasado y un presente incierto. Además, la única forma de dormir en el lugar es quedándose en casa de algún habitante. Es la oportunidad perfecta de conocer a la población local que es muy generosa en buenos consejos.
Finalmente, tras conocer a personas muy agradables, la visita a una ciudad de cavernas abandonada, y la vida nocturna local, permanecen en mi memoria como los más auténticos momentos durante mi recorrido por Armenia.