Jaisalmer es bastante distinta de otras ciudades del Rajastán. Su fuerte sobre el desierto es único en el mundo. Totalmente indispensable en un viaje a India.
Para llegar a Rajmahal Palace hay que cruzar cuatro grandes portones. Es algo menos fastuoso que los palacios de Udaipur y Jodhpur. Presta atención al trono del león, donde los marajás eran coronados. El color dorado de las piedras es el atractivo principal de este lugar. Cuando se pone el sol, la atmósfera es casi mágica. Aunque probablemente no era tan mágica como cuando las piedras brillaban a la luz de hogueras duante las invasiones enemigas. Y es que las mujeres hindús se arrojaban al fuego para escapar de los ataques. No encontraban mejor solución para evitar las violaciones de guerra y preferían inmolarse, como en los rituales sati. Te aconsejo que te des un paseo por la parte baja de la ciudad. Piérdete en las callejuelas y admira los havelis. Los comerciantes más ricos construyeron casas cuyas fachadas estaban decoradas hasta el más mínimo detalle. Un trabajo de una finura exquisita. Pero hay un haveli que es el más suntuoso, por lo lujoso y bien trabajado. Es el Patwah-ki-Haveli, que destaca entre todos. No te lo pierdas.
Para terminar un viaje a Jaisalmer, hay que salir al desierto y viajar un par de días en camello o alquilar una bicicleta y pedalear hasta Kuldhara, por ejemplo. Una estupenda excursión que te recomiendo sin duda alguna.