Dejé el albergue muy temprano y me dirigí inmediatamente hacia Kraton, el palacio real. Desde que pasé por el portón de la entrada, me quedé impresionado por la atmósfera sosegada y silenciosa que contrastaba con la agitación de la calle. En el patio principal tuve la suerte de asistir a una demostración de wayang kulit, el teatro de sombras indonesio. La destreza del ilusionista me dejó alucinado, pero fue la música ceremonial del gamelan la que más me gustó.
En la tarde me quedé descansando bajo los árboles del parque Sriwadari, antes de explorar el mercado nocturno de Ngarsopuro. Luces de colores, olores a especias, risas de niños y músicas amplificadas en el « Saturday night fever de Solo ».
En este ambiente familiar, asistí a la representación semanal del teatro Wayang Orang. La sala estaba medio vacía, la gente iba y venía, comía y se reía, el edificio está un poco anticuado, pero los actores-bailarines me cautivaron con sus juegos escénicos del Ramayana al ritmo de los músicos de gamelan. Los trajes son hermosos y los maquillajes muy eleborados.