Cuando oigo el nombre de Nápoles, recuerdo coches que circulaban y aparcaban en todos los sentidos; la ciudad estaba constituida de muchas vías de circulación altamente frecuentadas. Recuerdo sobre todo mucho caos y suciedad en altas concentraciones. Esta ciudad reúne una alta contaminación sonora, olfativa y visual, además de ser muy ruidosa. En resumen, Nápoles no fue una maravilla para mí...
En cualquier caso, es importante tener presente que Nápoles ofrece una diversidad cultural y un altísimo número de monumentos. Esta ciudad ha vivido muchas influencias y ha sabido preservar sus huellas. Los castillos, iglesias, palacios, etc., se multiplican...
Nápoles constituye además una encrucijada muy interesante para tu visita por Italia. La ciudad, por ejemplo, está emplazada a proximidad del Vesubio. Por otro lado, ¡su puerto permite salidas regulares en barco con destino (entre otros) a Sicilia, las Islas Eolias, Cerdeña y también Capri!
Tercera ciudad de Italia, Nápoles viene precedida por su reputación y por el mito que la rodea: el de la mafia de El Padrino, de la ciudad pobre que vive para el fútbol y su ídolo Maradona, con sus calles repletas de desperdicios por las numerosas huelgas de los basureros... Sin embargo, estos prejuicios ocultan la realidad de una ciudad con una historia absolutamente fabulosa, con uno de los más maravillosos centros históricos de Italia, con museos excepcionales y una vida cultural muy activa.
Nápoles es, sin duda, una de las ciudades italianas con una identidad más pronunciada; por ello, es una de las que merece más una visita durante un viaje a Italia. Aconsejaría encarecidamente pasear por las callejuelas del centro, así como visitar su museo de arqueología; personalmente, estas fueron dos de las experiencias que más disfruté.