Skógafoss es una cascada impresionante que se precipita sobre un arroyuelo rodeado de verdes laderas. Es un sitio muy conocido, ya que está justo al lado de la carretera nº 1, que le da toda la vuelta a la isla. Para mí es siempre una parada imprescindible.
Al llegar delante de Skógafoss, siempre me llena de admiración esa amplia cortina de agua. Para escapar un poco de la masa de turistas, que salpican el paisaje de iconoclastas puntos coloridos, subo por las escaleras de la derecha, que llegan hasta lo más alto. Las vistas desde allí arriba son una gran recompensa por mi esfuerzo. El paseo se puede prolongar siguiendo el arroyo. Yo lo hice, aunque no llegué muy lejos que digamos. ¡La próxima vez prometo llegar hasta el final del camino, si es que lo hay!
En cualquier caso, hay menos gente que en la cascada.
Skogafoss está situada a unos cien metros del parking, así que es muy fácil de visitar, incluso con niños.
En invierno, las gotas de agua proyectadas por la cascada forman miles de pequeñas estalactitas en las rocas de alrededor. El musgo se recubre de perlitas heladas, lo cual hace la cascada aún más bonita.
Un caminito te llevará detrás de la cascada y así podrás ver este muro de agua desde otro ángulo, pero ten cuidado porque el camino puede resbalar con el agua.
Una larga escalera te llevará a lo alto de la Skogafoss, desde donde podrás hacer una ruta de senderismo a lo largo del río Skoga. La ruta dura 5 días hasta Landmannalaugar pasando por Thorsmork. Al parecer es una de las rutas de senderismo más bonitas de Islandia, pero yo aún no he tenido ocasión de hacerla.